Lleva mucha paciencia,
infinita tolerancia,
sabiduría profunda para saber lo que es importante o no vale la pena,
mansedumbre y paz,
y tal vez aún, el alma limpia y transparente, si sabemos hacernos semejantes a los niños,
valor y fuerza porque tuvimos que aprender a vivir con esos dos baluartes mientras escalábamos la "montaña"... y ahora, quizá más que nunca, necesitamos sentir lo que eso vale en nuestras vidas.
Es esta etapa la hora del remanso y no de
la prisa.
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